Una
anciana falleció y fué llamada por los ángeles ante el Tribunal.
Pero
al examinar su historial, el juez descubrió que aquella mujer no
había realizado un solo acto de caridad, a excepción de cierta
ocasión en que había dado una zanahoria a un mendigo famélico.
Sin
embargo, es tan grande el valor de un simple acto de amor que se
decretó que la mujer fuera llevada al cielo por el poder de aquella
zanahoria.
Se
llevó la zanahoria al Tribunal y le fué entregada a la mujer. En el
momento en que ella tomó en su mano la zanahoria, ésta empezó a
subir como si una cuerda invisible tirara de ella, llevándose
consigo a la mujer hacia el cielo.
Entonces
apareció un mendigo,el cual se agarró a la orla del vestido de la
mujer y fué elevado junto a ella; una tercera persona se agarró al
pie del mendigo y también se vió transportado.
Pronto
se formó una larga hilera de personas que eran llevados al cielo por
aquella zanahoria. Y, por extraño que pueda parecer, la mujer no
sentía el peso de todas aquellas personas que ascendían con ella; y
además como ella no dejaba de mirar al cielo, ni siquiera los veía.
Siguieron
subiendo y subiendo, hasta llegar prácticamente a las puertas del
cielo. Entonces la mujer miró hacia abajo para echar una última
ojeada a la Tierra, y vió toda aquella hilera de personas detrás de
ella. Aquello la indignó, y haciendo un imperioso ademán con su
mano, gritó:
¡Fuera!,
¡Fuera todos de ahí!, ¡Ésta zanahoria es mía!
Pero,
al hacer aquel imperios gesto, soltó la zanahoria por un momento...
y se precipitó con todos hacia abajo.
Hay un
solo motivo de todos los males de la Tierra, y es pensar:
¡esto
me pertenece!.