domingo, 2 de marzo de 2014

Las grietas de la vasija






Un cargador de agua en la India tenía dos grandes vasijas que colgaban a los extremos de un palo, que él llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba toda el agua al final del largo camino, a pie desde el arroyo hasta la casa de su patrón.

Cuando llegaba, la vasija rota sólo contenía la mitad del agua.

Durante dos años completos esto sucedió diariamente. Desde luego, la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines a los cuales fué creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable, porque sólo podía hacer la mitad de lo que se suponía era su obligación.






Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al aguador diciéndole:

Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo, porque debido a mis grietas sólo puedo entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir.

El aguador, apesadumbrado, le dijo compasivamente:

Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino.

Así lo hizo la tinaja. Y, en efecto, vió muchísimas flores a todo lo largo. Pero de todos modos se sintió apenada porque, al final, sólo quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía llevar.


 



El aguador le dijo entonces:

¿Te diste cuenta que las flores sólo crecen en tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a todo lo largo del camino por donde vas y todos los días las has regado. Durante dos años yo he podido recoger estas flores para adornar el altar de mi Maestro. Si no fueras exactamente como eres, con todo y tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza.


 



Cada uno de nosotros tenemos nuestras propias grietas. Todos somos vasijas agrietadas, pero debemos saber que siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas para obtener buenos resultados.

Es que en la gran economía de Dios, nada se desperdicia.









jueves, 30 de enero de 2014

El Zodíaco y sus flores









¿Sabíais que cada signo del Zodíaco está asociado a una flor?
Pues igual que a cada signo le corresponde una piedra, un color, un aroma, un árbol... también tiene una flor, ese maravilloso regalo con que nos obsequia la naturaleza.
Veamos cuales:


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 Aries




 Tulipán



Es tradicionalmente la flor de la amistad. Este signo se gana fácilmente a sus amistades, pero también con la misma facilidad se deshace de ellas.


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Tauro




Margarita



Flor de los enamorados, representa sus dudas, me quiere, no me quiere...


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Géminis




Rosa roja



La reina de las flores, y como Géminis es tan enamoradizo, no hay otra mejor para él.


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Cáncer




Cala



Simboliza la dulzura y pureza. Los más sensibles, románticos y espirituales.


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 Leo




Alhelí



Fidelidad y confianza en sí mismo. Su fuerza y valor hace que se sientan el centro de atención.


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Virgo




Jazmín



Flor noble y humilde como ellos. Bella como los Virgo, ricos en virtudes.
  
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Libra




Narciso



Siempre en equilibrio entre el amor y la amistad, belleza y exactitud. Románticos y amables, les gusta la Naturaleza.


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Escorpio




Clavel



Amor puro y eterno, símbolo de la pasión y sensualidad, a la vez que prosperidad.


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Sagitario




 Gladiolo



Hermosa flor de los nacidos bajo este signo. La mente domina al corazón. Muy sinceros y directos.


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Capricornio


 


Crisantemo



Bondad. Ideal para ellos. Luchador. Saben hacia dónde dirigirse para conseguir su meta. Autodisciplinados y responsables.


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Acuario




Orquídea



Delicada, hermosa y perfecta aunque frágil. Por su gran entrega pueden sufrir fracasos. Positivos y optimistas.


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Piscis



Violeta



No hay flor más modesta y humilde que ella. Les gusta ayudar sin espera nada a cambio; poseen una gran paciencia y generosidad.







lunes, 14 de octubre de 2013

Cuentos orientales








Hace ya algún tiempo que no pongo en el blog cuentos, y hoy me parecía un día perfecto; no sé si es mi estado de ánimo pues estoy un poco metida en mí misma, necesito escucharme, saber qué quiero a veces, en una palabra, encontrarme, así que quizás con la lectura pueda aclarar un poco mi mente. Sólo espero que os sirva también a ustedes o, al menos los disfrutéis.






El árbol que no sabía quién era


Había una vez en un lugar que podría ser cualquier lugar, y en un tiempo que podría ser cualquier tiempo, un jardín esplendoroso con árboles de todo tipo: manzanos, perales, naranjos, grandes rosales,... Todo era alegría en el jardín y todos estaban muy satisfechos y felices. Excepto un árbol que se sentía profundamente triste. Tenía un problema: no daba frutos.
-No sé quién soy... -se lamentaba-.
-Te falta concentración... -le decía el manzano- Si realmente lo intentas podrás dar unas manzanas buenísimas... ¿Ves qué fácil es? Mira mis ramas...
-No le escuches. -exigía el rosal- Es más fácil dar rosas. ¡¡Mira qué bonitas son!!
Desesperado, el árbol intentaba todo lo que le sugerían. Pero como no conseguía ser como los demás, cada vez se sentía más frustrado.





Un día llegó hasta el jardín un búho, la más sabia de las aves. Al ver la desesperación del árbol exclamó:
-No te preocupes. Tu problema no es tan grave... Tu problema es el mismo que el de muchísimos seres sobre la Tierra. No dediques tu vida a ser como los demás quieren que seas. Sé tú mismo. Conócete a ti mismo tal como eres. Para conseguir esto, escucha tu voz interior...
¿Mi voz interior?... ¿Ser yo mismo?... ¿Conocerme?... -se preguntaba el árbol angustiado y desesperado-. Después de un tiempo de desconcierto y confusión se puso a meditar sobre estos conceptos.





 
 Finalmente un día llegó a comprender. Cerró los ojos y los oídos, abrió el corazón, y pudo escuchar su voz interior susurrándole:
"Tú nunca en la vida darás manzanas porque no eres un manzano. Tampoco florecerás cada primavera porque no eres un rosal. Tú eres un roble. Tu destino es crecer grande y majestuoso, dar nido a las aves, sombra a los viajeros, y belleza al paisaje. Esto es quien eres. ¡Sé quien eres!, ¡sé quien eres!..."

Poco a poco el árbol se fue sintiendo cada vez más fuerte y seguro de sí mismo. Se dispuso a ser lo que en el fondo era. Pronto ocupó su espacio y fue admirado y respetado por todos.
Solo entonces el jardín fue completamente feliz. Cada cual celebrándose a sí mismo.






El anciano


Un hombre de avanzada edad llamó a la puerta de un monasterio.
Aunque era analfabeto y muy ignorante, vibraba en él el deseo de
purificarse y encontrar la libertad interior.

Solicitó humildemente que le aceptasen como novicio, pero los monjes
y el abad del monasterio se dieron cuenta de que era analfabeto y de
muy corto entendimiento intelectual. Le consideraron totalmente
incapacitado para leer los sermones de Buda, recitar mantras o poder
efectuar las ceremonias sagradas. Pero contemplaban en el anciano
mucha motivación espiritual y un ardiente deseo por perfeccionarse.


 




 ¿Qué hacer, pues? No podía llevar a cabo ningún tipo de estudios, no
entendería la esencia de los métodos meditacionales y ni siquiera
comprendería el sentido de los rituales. ¿Qué hacer entonces?
El abad y los monjes hablaron sobre el tema unos minutos y
decidieron permitir al hombre que se quedara en el monasterio. Pero,
aunque fuere porque no se sintiera humillado, alguna ocupación había
que asignarle. Le dieron una escoba y le dijeron que se encargara de
mantener limpio el jardín del monasterio.

  


 

 Fueron transcurriendo los meses y los años. El anciano se aplicaba con
minuciosidad y esmero en su sencilla tarea. Poco a poco los lamas
comenzaron a percibir cambios en la actitud del barrendero. ¡Se le
veía tan sosegado, contento y equilibrado! De todo él emanaba una
atmósfera de paz infinita y contagiosa. Los monjes comenzaron a
darse cuenta de que el anciano había ido consiguiendo un notable y
evidente avance espiritual, un gran progreso anímico. Siempre era
afectivo, nunca se inmutaba y era ecuánime en las palabras. Los
monjes, extrañados, decidieron preguntar al barrendero qué prácticas
o métodos especiales había desarrollado para conseguir un estado de
mente tan lúcido, estable y ecuánime. El anciano dijo:




- No, amigos, no he hecho nada especial, podéis creerme.
Diariamente, con mucha atención, me he dedicado a limpiar el
jardín. He puesto, eso sí, mucho esmero y amor cada vez que
barría las hojas, y cada vez que barría la basura y limpiaba el
jardín pensaba que estaba barriendo la basura de mi corazón y
limpiando mi espíritu. La verdad es que así, día a día, me he ido
sintiendo más sosegado, contento y lucido.

Y es que hace más el que quiere que el que puede.