lunes, 5 de noviembre de 2012

Cuentos Budistas para una tarde lluviosa








 Hoy, como el día ha estado desapacible y lluvioso no he salido de casa, pero he pasado una tarde deliciosa y amena leyendo historias y cuentos budistas. Lo he pasado tan a gusto que quiero compartir algunos con vosotros; seguro que, como yo, sacaréis alguna enseñanza de ellos. Espero que los disfrutéis.

















LA TAZA VACÍA



Según una antigua leyenda, un famoso guerrero va de visita a la casa de un maestro de Zen. Al llegar se presenta a éste, contándole todos los títulos y aprendizaje que ha obtenido en años de sacrificados y largos estudios.

Después de tan sesuda presentación, le explica que ha venido a verlo para que le enseñe los secretos del conocimiento Zen.

Por toda respuesta el maestro se limita a invitarlo a sentarse y ofrecerle una taza de té.
Aparentemente distraído, sin dar muestras de mayor preocupación, el maestro vierte té en la taza del guerrero, y continúa vertiendo té aún después de que la taza esté llena.

Consternado, el guerrero le advierte al maestro que la taza ya está llena, y que el té se escurre por la mesa. El maestro le responde con tranquilidad:

Exactamente, señor. Usted ya viene con la taza llena, ¿cómo podría usted aprender algo?

Ante la expresión incrédula del guerrero , el maestro enfatizó:
“A menos que su taza esté vacía, no podrá aprender nada”

















EL SUFRIMIENTO



Una pobre viuda, que vivía en los tiempos de un maestro de la Sabiduría, tenía un hijo al que adoraba.

Un día su hijo enfermó y murió y ella, loca de dolor, se negó a enterrarlo y lo llevaba consigo a todas partes, sin hacer caso a las palabras de consuelo y resignación que la gente le dirigía.

Alguien le dijo que el Maestro estaba en un bosquecillo cercano a la ciudad con sus discípulos.

La fama del Maestro se había extendido por todas partes, y era considerado un gran santo, capaz de hacer los mayores milagros. La pobre viuda llegó con el cadáver de su hijo ante el Maestro y echándose a sus pies le rogó, entre sollozos que le devolviera la vida. El Maestro le dijo:
Le devolveré la vida a tu hijo a condición de que me traigas un grano de arroz de una casa de la ciudad en donde no haya muerto nadie.

La viuda, llena de esperanzas partió para la ciudad y empezó su búsqueda.

En ninguna casa le fué negado el grano de arroz pero...

_Mi padre murió hace un mes....

_Mi suegra expiró la semana pasada....

_Ayer hizo un año que murió mi marido....

No encontró ni una sola casa en donde no lamentaran la muerte de alguien.

Cuando la última casa del pueblo se cerró a sus espaldas, no había podido conseguir aún el grano de arroz.

Al anochecer llegó el sabio. La mujer iba sola, llorando dulcemente. ¿Y tu hijo? ¿Dónde lo has dejado?, le preguntó el Maestro envolviéndole en una mirada compasiva.

Mi hijo ya no existe. Ha muerto y lo he enterrado junto a su padre. Ya he comprendido, Maestro. 

!Por favor, enséñame! Y el Maestro la acogió en el bosque, y desde entonces y hasta su muerte fué su discípula.






Éste último cuento habla del karma, que es “la energía que se desprende de cada una de las acciones del indivíduo y que condiciona a cada una de sus reencarnaciones hasta lograr la perfección”.






Por lo tanto, es la idea de que cada reencarnación está influída según las acciones realizadas en vidas anteriores. Es como la ley de causa y efecto. Todas las acciones , buenas o malas que hayamos hecho en una vida, tendrá las mismas consecuencias, buenas o malas en próximas existencias.

















KARMA



Sariputta era uno de los más grandes discípulos del Buda y llegó a ser un iluminado de excepcional sabiduría y sagaz visión.

Viajaba propagando la enseñanza, y cierto día, al pasar por una aldea de la India, vió que una mujer sostenía en una mano un bebé y con la otra estaba dando una sardina a un perro.

Con su visión clarividente e intemporal pudo ver quíenes fueron todos ellos en una pasada existencia.

Se trataba de una mujer casada con un cruel marido que la golpeaba a menudo. Se enamoró de otro hombre, pero entre su padre y su marido, poniéndose de acuerdo para ello, le dieron muerte.

Ahora la mujer mantenía a un bebé en sus brazos, su antiguo amante, que fuera asesinado. La sardina era su despiadado marido, y el perro, su padre.

Todos habían vuelto a reunirse en la presente vida, pero en condiciones muy distintas.

Nadie puede escapar a sus acciones, tal es el designio del karma









2 comentarios:

  1. Me han parecido muy interesantes los cuentos y sus enseñanzas

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  2. Me alegro, compañera Marcapáginas,siempre se aprende de un buen libro. Además son buenos compañeros.

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